Caminando por la Vía Dolorosa
La comunidad internacional debe ponerle coto a una sociedad paranoica de la guerra como la israelí
Palestinos utilizados como Escudos Humanos por el Ejército Israelí
Un Gobierno que ante el requerimiento de Israel se alió con el PP para suprimir la jurisdicción universal para no juzgar a seis militares israelíes acusados de crímenes de guerra. Un Gobierno que sigue participando con Israel en el negocio de las armas y que ante todo calla.
Miguel Ángel San Miguel, Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
CSCA
Hace menos de un mes me hallaba en Palestina. Visitábamos Belén, Beith Sahur, Ramallah, Hebrón; Nablus, Jericó, Kalkilia y Jerusalén. Vimos el funcionamiento de los proyectos educativos, de salud, de minusválidos, las cooperativas agrícolas y ganaderas que a través del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe financia la Agencia Asturiana del Cooperación y la concejalía de Cooperación del Ayuntamiento de Gijón.
Para visitar el casco viejo de Jerusalén nos encontramos con un viejo amigo, un palestino natural de la ciudad que nos decía en perfecto inglés: «He estado en la cárcel, pero poco tiempo, sólo 18 años». Entramos por la puerta de Damasco viviendo esa mezcla de colores, olores, hábitos de las más diversas confesiones religiosas y muchos soldados: hombres y mujeres muy jóvenes que nos miraban con la risa estúpida de quien se siente superior por tener un uniforme y un fusil. «Estamos aquí para protegeros», nos decía un soldado con acento argentino. «Es por su seguridad».
Entre restos de edificios de época romana y medieval estuvimos recorriendo la Vía Dolorosa entre peregrinos de expresión alucinada; y que llegaron al paroxismo en la basílica del Santo Sepulcro. Tras la llegada de la procesión de frailes franciscanos y de numerosos grupos de devotos, se sucedieron los empujones de unos contra otros para apoyar el rostro sobre la piedra de mármol donde la tradición dice que lavaron el cuerpo de Cristo; todo ello en medio de una nube de incienso que subía a las alturas entre los acordes de un órgano que demostraba que si Dios no existiera la música lo hubiera creado.
Proseguimos el recorrido por la ciudad, visitamos la mezquita de Al Aqsa y las Rocas, unas joyas de la arquitectura universal que el sionismo quiere destruir para sustituirlas por un nuevo templo de Jerusalén. Anduvimos por los restos de las murallas de Adriano, el muro de las Lamentaciones y todo un laberinto de callejuelas impregnadas de olores y colores que los ocupantes pretenden destruir.
Fuera ya del casco antiguo, estaba la nueva Jerusalén; un escaparate de cartón piedra donde rivalizan las marcas y franquicias del lujo y el diseño. Allí estaban los peregrinos más pudientes, que una vez cumplido el precepto de la Vía Dolorosa, participaban en la feria de las vanidades.
Y salimos hacia Ramallah; ya en los barrios árabes veíamos la diferencia: calles sin limpiar, basuras sin recoger, etcétera, que no es problema de la potencia ocupante. Entrábamos ahora en el escenario del horror, de la ocupación. Pasamos por el check point de Calandia, donde hombres y mujeres con niños en los brazos hacían colas interminables en medio de la aparente resignación de unos hombres sometidos a la servidumbre y donde sólo eran libres los gorriones que volaban sobre los herrajes y las alambradas.
Desde las alturas los asentamientos judíos vigilaban el entorno; vemos ciudades y pueblo separados entre sí, cercados por el muro, rematado por alambres electrificados; y por doquier torretas con sus nidos de ametralladora, desde donde se dispara a la mínima. Un paisaje que recuerda a los campos de exterminio de los nazis.
Uno de los días estuvimos en el campo de refugiados de Balata; una ciudad sin espacio, sin luz, sin esperanza, donde algunas niñas al saber que somos españoles nos saludan y nos preguntan nuestro nombre y de dónde somos; se hacen unas fotos con nosotros, nos enseñan su cuaderno, nos hablan del Barça y una de ellas nos muestra el trabajo que están haciendo de la Alhambra de Granada.
En Kakilia nos muestran las tierras que les han robado los israelíes, los acuíferos que les han arrebatado; al sur en Hebrón un médico sumido en una profunda tristeza nos muestra estadísticas con el incremento de la leucemia y de las malformaciones en los bebés por el uso de armas prohibidas. Y por doquier vemos paredes cubiertas con las fotos de muchachos casi niños asesinados por el Ejército israelí
Y estoy hablando de Cisjordania, que es la tierra menos maltratada, porque Gaza es un campo de concentración donde se muere por desnutrición, falta de insulina, falta de medicamentos, falta de esperanza.
De retorno, en el avión, escucho las conversaciones de un grupo de peregrinos sobre sus sublimes vivencias religiosas, pero ni una palabra del horror que padece el pueblo palestino. En un momento tomé la Biblia; me detuve a leer la parábola del Buen Samaritano; en este hermoso relato se condena la indiferencia: «un sacerdote pasó de largo ante un caminante herido y víctima de un robo»; sin duda que no se detuvo porque tenía que hacer un sacrificio; «también pasó un levita y tampoco se paró»; debía de tener prisa para orar en la sinagoga?
Y me acordé no sólo de los piadosos peregrinos, sino de quienes ostentan el poder político, tan indiferentes al dolor; más preocupados por el mercado que por el cumplimiento de los derechos humanos; de unos gobiernos a quienes tiene sin cuidado el incumplimiento por parte de Israel de las resoluciones de Naciones Unidas y de la Corte Internacional de Justicia que exigen a Israel el derecho al retorno de los refugiados palestinos, la retirada de los territorios ocupados, el desmantelamiento del muro. De una Comunidad internacional que, al contrario, premia a Israel admitiéndolo en la OCDE; de una UE que también los premia con tratados preferenciales de comercio a sabiendas de que incumple uno de los requisitos: el respeto a los derechos humanos; un hecho lo que según el Tribunal Russell convierte a la UE en cómplice.
¿Y qué decir del Gobierno español?
Un Gobierno que ante el requerimiento de Israel se alió con el PP para suprimir la jurisdicción universal para no juzgar a seis militares israelíes acusados de crímenes de guerra. Un Gobierno que sigue participando con Israel en el negocio de las armas y que ante todo calla.
A los pocos días de volver de Palestina se produjo el asalto de Israel a la Flotilla de la Libertad. Nada de extraño por parte de esos ángeles exterminadores; tampoco el silencio de unos gobiernos que, excepto el turco, han ignorado el secuestro de sus intelectuales, de sus parlamentarios; también de judíos supervivientes del Holocausto.
Al igual que ellos, el Gobierno español ha olvidado a sus tres cooperantes; un Gobierno que incluso ha premiado al embajador de Israel con horas de Televisión Española para que lanzara toda clase de infundios y calumnias.
¿Y qué decir de un partido de la oposición mudo en todo el conflicto?
Frente a tanta complicidad, la Flotilla de la Libertad acaba de dar un ejemplo de dignidad. Algunos dirán que la sangre de los cooperantes ha sido inútil; pero ésa es la respuesta de quienes se escudan en su propia indiferencia. Si el Estado de Israel y quienes lo apoyan piensan que después de los lutos se ha acabado todo, se equivocan. La Flotilla de la Libertad es sólo el comienzo de un movimiento que no cesará hasta que Gaza sea libre y hasta que los palestinos puedan tener el estado que por derecho les corresponde y se respeten los derechos humanos.
Ha llegado la hora de que la comunidad internacional ponga coto a un Estado y una sociedad enloquecida, inmersa en la obsesión paranoica de la guerra. De poner freno a un Estado que está insultando la memoria de los millones de judíos exterminados en el Holocausto y que flaco favor está haciendo al pueblo judío.
Hoy sabemos que se preparan nuevas expediciones, una de ellas organizada por judíos ingleses. A todos nos llena de satisfacción saber que no todos los judíos son sionistas ni apoyan la piratería. Es algo que los honra.
Para concluir, me viene a la memoria la idea del filósofo Parménides cuando decía «todo está quieto» ; por el contrario, Heráclito afirmaba: «todo se mueve». Y por supuesto muchas cosas están cambiando.
martes, 22 de junio de 2010
CAMINANDO POR LA VIA DOLOROSA - CSCA
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2 comentarios:
Que hermoso relato de viaje, cuantas verdades y vivencias de primera mano, en el trasfondo, la indiferencia del que se ve coronado de gloria por haber cumplido un sueño, ir a tierra santa, e impàvido ante el dolor que tuvo que ver y palpar, inevitablemente...
eso somos...tristemente...
abrazos
Pues sí, Adelfa, coincido contigo, un Buen Relato de Viaje, con todo lo positivo y negativo del mismo..., y buena comparación la del Samaritano con la Indiferencia de muchos peregrinos, ciudadanos occidentales e incluso arabes y de nuestros gobiernos y medios de ocmunicación.
Abrazos
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