Por Tom Walker, Lunes, 30 de Agosto de 2010 EN LUCHA
Un granjero israelí vio como arrasaban su pueblo la semana pasada. Su abuelo no puedo hacer nada para evitarlo mientras más de 1.000 policías armados y “voluntarios” tiraban todas las pertenencias de su familia a la calle y derruían su casa –era la sexta vez en una década. Según la CNN una multitud animaban a las autoridades mientras prendían fuego a lo que quedaba en pie.
¿Como puede ser? Es simple. El israelí en cuestión era Ismail Mohamed Salem, uno de los 1,3 millones de ciudadanos árabes que viven en el Estado israelí. El lugar era al-Arakib, un pueblo situado en la región árabe del Negev en el sur del Estado de Israel, donde vivían unas 300 personas que ahora en su inmensa mayoría no tienen ni casa. El pueblo estaba a tan solo a cinco millas de la ciudad israelí de Beersheba. Su población ha estado viviendo allí desde antes de la fundación de Israel en 1948. Incluso tenían escrituras originales sobre la propiedad de las tierras.
A pesar de eso las autoridades de Israel afirman que al-Arakib “no está reconocida”. El Estado israelí ha denegado a estos pueblos no reconocidos el agua potable y la electricidad durante años. De hecho no sale ni en los mapas y ahora le niegan el derecho a tan siquiera existir.
Esto no es nada inusual en Israel, la opresión que sufren los palestinos y las palestinas dentro de las fronteras del Estado israelí es igual de sistemática que la que sufren en Gaza y Cisjordania.
Hoy llegan a ser el 21% de la población de Israel. Este tanto por ciento continua creciendo, un hecho que preocupa los líderes israelíes, que ven a los y las palestinas como una “amenaza existencial” a su estado. La demolición de al-Arakib y la manera como se trata a los y las palestinas que viven en Israel hace ridícula la ficción de que Israel es “la única democracia en Oriente Medio”.
La demolición es parte deliberada y sistemática de un plan para acabar con esa población árabe y forzar su expulsión, para así asegurar que la población judía es superior en número en cada parte del “Estado judío”. Dos días antes de la demolición, el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmaba que “diferentes elementos demandaran derechos nacionales dentro de Israel, por ejemplo en el Negev, si permitimos que haya una zona sin mayoría judía”.
Israel opera bajo la excusa de tan solo estar reforzando su control sobre los permisos de residencia, diciendo que los pueblos derruidos son “ilegales”. A pesar de eso, desde la fundación de Israel, se han creado más de 1.000 nuevos pueblos y ciudades judías mientras que no se ha dado permiso para construir ni un solo pueblo o ciudad árabe. Debajo su fachada de “democracia” la sociedad israelí esconde un profundo y arraigado racismo.
Daniel Banvolegyi, un estudiante de Jerusalén decía: “nuestros libros básicamente nos dicen que todo lo que hacen los judíos está bien y es legítimo y lo que hacen los árabes está mal, es violento y tratan de exterminarnos”. “Nos enseñan que Israel se formó como estado en 1948 y que los árabes empezaron la guerra. No dicen nada de lo que les pasó a los árabes”. Esta clase de “educación” deja a los israelíes inconcientes de la brutal historia de su propio estado. En vez de eso las escuelas se usan para adoctrinar.
El año pasado, Kiryat Gat, una ciudad de 50.000 habitantes en el sur del Estado de Israel, produjo un video con el título de “Durmiendo con el enemigo”, para alertar a las chicas judías sobre los “peligros” de empezar una relación con un chico árabe. El vídeo que se mostraba en las escuelas, tachaba a las parejas mixtas de “fenómeno antinatural”. Las encuestas y estudios a la población judía muestran el efecto que este tipo de material ha tenido. Más de la mitad de la población afirma habitualmente que creen que el hecho que un o una israelí se case con un o una árabe es un acto de “traición”.
Un estudio mostró que el 75% de los judíos no quieren vivir en un bloque de apartamentos donde vivan árabes y el 50% rechazaría trabajar para un árabe. El empleo es una de las áreas donde la discriminación es más visible. En el sector público de Israel solo el 6% de los trabajadores son árabes. En algunos departamentos gubernamentales el porcentaje está por debajo del 1%. “No es ninguna casualidad que no haya empleados públicos de categorías superiores que sean árabes, ni ayudantes de dirección en los ministerios, ni asesores legales” afirma Ahmed Tibi, quien encabeza el Comité del empleo para árabes en el sector público del parlamento israelí
Pero el Parlamento no hace nada al respecto. En vez de eso se pasa todo el tiempo aprobando leyes discriminatorias. En una de sus sesiones recientes presentaba una proposición para forzar a cada ciudadano a rendir pleitesía al Estado de Israel como “estado judío y democrático”, haciendo de la promoción al boicot a Israel un acto criminal y castigando a cualquier persona que marque el día de la fundación de Israel como un día de luto, como hacen muchos palestinos y palestinas.
El Estado de Israel fue construido desde el principio sobre las bases del racismo. Su “Declaración de Independencia” fundacional lo describe repetidamente como un “estado judío”. Esta fue la culminación de los objetivos del movimiento sionista para establecer un estado judío en la tierra de la Palestina histórica. Los líderes israelíes están decididos ha asegurarse de que el estado sionista conserva su mayoría judía para así poder dominar a los y las palestinas, tanto los de dentro sus fronteras como los de viven en los Territorios Ocupados.
Esa es la razón por la cual el estado anima a cualquier persona judía de cualquier parte del mundo ha venir y establecerse allí, mientras niegan a los y las palestinas cualquier derecho a retornar a sus tierras. Y también es esa la razón por la cual todos los políticos israelíes, sean del lado que sean, se refieren constantemente a la población árabe como una “amenaza demográfica”. Netanyahu dijo: “Si hay un problema demográfico, y lo hay, es con los árabes israelíes”. El año pasado, Michael Oren, el actual embajador israelí en EEUU, escribió un artículo sobre las “amenazas existentes en Israel”. “Israel, el estado judío, está establecido en una decisiva y estable mayoría judía de al menos el 70%” escribió. “Cualquier porcentaje menor que ese e Israel tendrá que decidir entre ser un estado judío y un estado democrático.”
“Si escoge la democracia, Israel como estado judío dejará de existir. Si permanece oficialmente judío, el estado se enfrentará a un aislamiento internacional sin precedentes, incluyendo sanciones, que podrían ser fatales”.
Este tipo de retórica es común y las políticas israelíes hacia la población árabe no son nada nuevo. En los años 70, el periódico Al-Hamishmar, filtró un informe conocido como el Informe Koening. Evidenciando que la población árabe estaba creciendo cuatro veces más que la judía, se estableció un plan brutal. El informe llamaba a “expandir y profundizar asentamientos judíos en áreas donde la población árabe es prominente”. “Se deben examinar las posibilidades de diluir las poblaciones y concentraciones árabes existentes”.
Israel ha hecho esto sistemáticamente. Lo que significa que seria casi imposible desenredar a las dos poblaciones, como requeriría la “solución de los dos estados” que muchos proponen. La política que lleva cabo Israel de “colonizar” todo lo que esté a la vista, muestra que no tiene ningún tipo de intención de acordar un plan de este tipo.
Al-Arakib es un buen ejemplo. Ahora que ya lo han demolido, el Fondo Nacional Judío, propietario de parcelas de tierra enormes por todo Israel, planea convertir la zona en un nuevo bosque recién plantado. Todo forma parte de “Blueprint Negev”: un plan para que los judíos se vayan hacia la región. El Fondo dice: “Hoy nos enfrentamos al desafío de nuestras vidas, desarrollar el Negev, la región más grande de Israel con la menor población”. Y añade “la seguridad a largo plazo de Israel y su supervivencia económica depende de su habilidad para asentarse realmente en todas las áreas dentro de sus frontera”. Su eslogan de campaña es: Israel es un 60% más pequeña de lo que debería ser”, refiriéndose a la cantidad total de tierra que abarca el Negev.
Los planes para priorizar la construcción de viviendas para los soldados israelíes espera atraer a la zona 250.000 nuevos colonos. El objetivo es la “judaización” de las máximas áreas posibles. Pero pase lo que pase, personas como Ismail Mohamed Salem, no marcharan en silencio, él ya está reconstruyendo su casa en al-Arakib. “Esta es mi tierra”, dice este hombre de 70 años, “¿por qué debería marcharme?”.
Tom Walker
Artículo publicado en Socialist Worker, periódico del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.
Traducción de Manel Ros
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2 comentarios:
No...si es que el racismo està a la orden del dìa...hay poquisimos altos ejecutivos de empresa en USA negros asi como pocos altos oficiales de cualquiera de las agencias de seguridad, incluyendo militares...¿donde estan los polìticos negros en Cuba o los indìgenas en altos cargos en Mèxico?...el colmo? que en Canarias los puestos se "rifan" en la penìnsula y envian a peninsulares a ocuparlos...¿la lista? interminable y no se salva ningun pais del mundo porque en todos hay minorias y consecuebntemente, prejuicios...
abrazos
Gracias por el comentario Adelfa, no te digo mucho más, porque no me encuentro muy bien que digamos...como para extenderme.
Abrazos
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